Blogia
LA VOZ NACIONALISTA

AVERIGUANDO SOBRE EL ORIGEN DEL COMUNISMO (Segunda Parte)

POR LUIS RAZZOLINI

           Apenas  afianzado el nuevo régimen revolucionario una súbita lucha antirreligiosa comenzó a realizarse con extraordinaria eficacia. Se trató por todos los medios, especialmente por el terror de borrar este sentimiento de la población.

   En el Ayuntamiento de Moscú, en vez de la imagen que se veneraba, se escribió la frase de Lenin “La religión es el opio de los pueblos”. De 900 conventos fueron cerrados 722, la resistencia de los files fue pulverizada y 29 obispos y 1.219 sacerdotes fueron las primeras victimas de una serie de ejecuciones de los bolcheviques que recibieron más tarde el nombre de purgas.

   En la primera ola de ellas se había aniquilado a 6.000 profesores; 9.000 médicos; 54.000 oficiales; 260.000 soldados; 70.000 policías; 12.000 propietarios; 355.000 intelectuales; 193.000 obreros y 815.000 campesinos.

   Lo escalofriante de las cifras hablan por si solas de la brutalidad del régimen y su deseo de ahogar en sangre todo intento en contra de su aplicación.

   En general todos los instauradores del comunismo soviético seguían la sentencia de Marx: “El judaísmo es la muerte del cristianismo”.

   Ciertamente la masonería fue un factor de lucha antirreligiosa, pero en última instancia, es solo un brazo del judaísmo. Este creó en Egipto las primeras células secretas en el siglo XV antes de nuestra era, cuando los judíos necesitaron protegerse y ayudarse eficazmente bajo el dominio de los faraones.

   Todavía hay un enorme número de masones que ignora su vinculación con el movimiento político judío, a pesar que son de origen hebreo todos los nombres de sus grados, sus símbolos y sus palabras de paso, como Jehová, Zabulón; Nekam; Nekar; Adonai; etc.

   Por eso es que desde el grado tercero de la masonería se designa con símbolos judíos a Jesucristo, a la iglesia, y a los cristianos, como la “ignorancia”, el “fanatismo”, y la “superstición”, respectivamente (Jubelás, Jubelós, y Jubelum), y se plantea simbólicamente la lucha contra ellos. 

ALEMANIA, META INMEDIATA DEL MARXISMO

   Kart Marx (judío llamado originalmente Kissel Mordekay) y su compatriota Fredirk Engels,  quisieron que el marxismo se materializara en un régimen político primero en Alemania y después en Rusia, por las capacidades industriales y guerrera de la primera y por tratarse de una sociedad más desarrollada.

   Un año después de publicado el manifiesto comunista, el marxismo sufrió un golpe inesperado en Alemania. Su primer intento fracasó en junio de 1849. La disciplina y el nacionalismo inculcados por la milicia eran una barrera ante la revolución internacionalizada del marxismo. No obstante ello, la semilla había sido plantada y el Partido Socialista Democrático Alemán, con inspiración marxista iba ganando terreno en los sindicatos.

   Años más tarde, a principios de 1913, un joven descendiente de aldeanos, de 20 años de edad reflexionaba sobre las propuestas y los puntos de vista de la nueva corriente política de que, según la opinión marxista, la nación no era otra cosa que una invención de los capitalistas. La patria, un instrumento de la burguesía, destinado a explotar la clase obrera. La autoridad de la Ley, un medio de subyugar al proletariado. La escuela una institución para educar esclavos y también amos. La religión un recurso para idiotizar a la masa predestinada a la explotación. La moral, signo de estúpida resignación. Nada había que no fuese enlodado.

   Ese joven artesano llamado Adolfo Hitler, era partidario del sindicalismo pero no bajo la interpretación internacionalista de Marx, bajo el ideal nacionalista de patria y raza.

   El propio Hitler cuenta que veía con desagrado a quienes perseguían a los judíos por que cría que lo hacían por una diferencia de religión, y cuenta

   “Tuve una lucha para rectificar mi criterio. . . Esta fue sin duda la más trascendental de las transformaciones que experimenté entonces, ella me costó una intensa lucha interior entre la razón y el sentimiento”

   Se convenció  que el marxismo no luchaba por la defensa del proletariado, sino que se trataba de un gran movimiento que tendía a establecer claramente el carácter racial del judaísmo: el sionismo.

   Dice Hitler “Examiné todos los nombres del Partido Social Demócrata, y en su mayoría pertenecían al pueblo elegido lo mismo si se trataba de representantes en el Reichstag que de los secretarios de las asociaciones sindicalistas, que de los presidentes de las organizaciones del partido, que de los agitadores populares. . .Austerliz, David, Adler, Allengogen,”

   Tal fue, en síntesis, el proceso del movimiento del nacional socialismo: frente al carácter internacionalista del marxismo, un categórico nacionalismo apoyado en las ideas de patria y raza.

   En 1914, al estallar la primera guerra mundial, Hitler se alistó como voluntario y combatió en el frente de Flandes y Somme, donde fue ascendido a cabo y ganó la cruz de hierro, máximo orgullo del soldado alemán.

   En 1916 cayó  herido y lo trasladaron a un hospital cercano a Berlín, allí  pudo ver que el “frente férreo de los grises cascos de acero; frente inquebrantable, firme monumento de inmortalidad”, no tenía igual solidez en la retaguardia, donde el creciente marxismo socavaba el espíritu de resistencia.

   Esa situación empezó a hacer crisis a comienzos de 1918 al estallar una huelga de municiones que  produjo un desastroso efecto en la moral de los soldados. Así comenzó a repetirse en Alemania aquella agitación marxista que un año antes minó Rusia y la hizo capitular. La base naval de Kiel fue el escenario del primer levantamiento, tal como la base naval de Kronstad había sido el primer levantamiento formal de los soviéticos.

   “Los soldados desarman a los oficiales y si resisten, los matan. . . la bandera roja ondea en todos los arsenales alemanes… Alemania toma un aspecto bolchevique. El emperador abdica (día 9 de noviembre de 1918) quedando proclamada la republica con un carácter francamente radical y parecido u remedo de la república rusa”

   Entretanto, el cabo Hitler que había vuelto al frente, había sido alcanzado por el gas británico “cruz amarilla” y casi ciego fue internado en un hospital de Pomerania.

   Un pastor que visitaba los enfermos les dio la noticia de la rendición de Alemania y que por lo tanto quedaría sometida a graves humillaciones, “entonces no pude más. Mis ojos se nublaron ya tientas regresé a la sala de enfermos, donde me dejé caer sobre mi lecho, ocultando mi confundida cabeza entre las almohadas”.

   “Desde el día en que me vi ante la tumba de mi madre, no había llorado jamás. Cuando en mi juventud el destino me golpeaba despiadadamente, mi espíritu se reconfortaba; cuando en los largos años de la guerra, la muerte arrebataba de mi lado a compañeros y camaradas queridos, habría parecido casi un pecado sollozar. ¡Morían por Alemania! Y cuando finalmente en los últimos días de la terrible contienda, el gas deslizándose imperceptiblemente, comenzara a corroer mis ojos, y yo, ante la horrible idea de perder para siempre la vista, estuviera a punto de desesperar, la voz de la conciencia clamó en mí:¡Infeliz! ¿Llorar mientras miles de camaradas sufren cien veces más que tú? Y mudo soporté el destino.

                                                                                      (Continuará)

0 comentarios