Blogia
LA VOZ NACIONALISTA

SANTA MISA POR LOS 20 AÑOS DE LA MUERTE DEL PADRE ALBERTO EZCURRA

Con motivo de cumplirse 20 años del fallecimiento del Padre Alberto I. Ezcurra, sus hermanos Juan Antonio, Ignacio y Pbro. Álvaro Ezcurra y demás familiares invitan a participar en la Santa Misa que se celebrará el 26 de mayo a las 11 hs. en la Iglesia de San Ignacio, Bolivar 225, esquina Alsina.

La misa será celebrada por el Padre Alfredo Sáenz, y la predicación estará a cargo del Padre Gustavo Podestá.



3 comentarios

María Lilia Genta -

Quienes nos conocen saben que el “teólogo” de mi familia, rezador y tridentino para más señas es mi esposo. Pero resulta que a mí, que nunca tuve fama de demasiado piadosa, al cumplirse veinte años de la muerte del Padre Alberto Ezcurra -el mejor de nuestra generación-, se me presentan, al evocarlo, reiteradamente, tres instantes de su vida y los tres, justamente, se corresponden con tres misas celebradas, por cierto, en tiempos y circunstancias distintos.
La primera fue en el Convento de Santo Domingo, en Buenos Aires. Camarín de la Virgen del Rosario que alberga las banderas que un día supimos arrebatar a los ingleses. Alberto, camisa azul, yugo y flechas, acolitaba la misa que celebraba el Padre Julio Meinvielle en memoria de José Antonio. En ese entonces Alberto era un muchacho muy delgado que andaría por el secundario, seguramente ya en la UNES; yo todavía estaba en la primaria, como siempre al lado de mi padre. Este es el primer recuerdo que tengo del padre Alberto.
Años después, ya cura (habían pasado para él los tiempos de Tacuara, del Seminario y de los estudios en Roma) lo recuerdo concelebrando la Misa de cuerpo presente de mi padre. Había venido de Paraná junto con otros buenos curas entrerrianos. Esa es mi segundo gran recuerdo.
La tercera evocación es la de uno de esos regalos con los que el Buen Dios nos premia (no será por nuestros merecimientos); pero de repente nos premia en una forma tan extraordinaria como gratuita. Juan Ezcurra y su esposa Diana, con su proverbial hospitalidad nos habían invitado a pasar unos días en su casa de Bella Vista coincidiendo (era verano) con las vacaciones del Padre Alberto. Un domingo, en la capillita del Colegio de San Alfonso, justo cruzando la calle, frente a la casa, Alberto celebró una misa sólo para los que allí estábamos: el matrimonio Ezcurra, alguno de sus hijos, mi esposo y yo. El Padre predicó como él sabía hacerlo ¡nada más que para nosotros! Esa homilía privada, personalizada, fue un don incomparable, admirable.
Así lo evoco al padre Ezcurra. Fue siempre un hombre idéntico a sí mismo. “Sin alarde y sin miedo” no cambió nunca su opción política. En el cura maestro que recuerdan con veneración los que fueron sus discípulos estuvo siempre el jovencito de camisa azul. El sacerdocio perfeccionó su compromiso con la Patria sin amenguarlo jamás.
Padre Alberto Ignacio Ezcurra: yo te digo, hoy, a veinte años de tu partida, ¡Presente! con el mismo ardor de aquel ¡Presente! que, sin duda, elevamos al aire, en el atrio de Santo Domingo, después de la primera misa que he evocado, aquel 20 de noviembre.

Buenos Aires, 26 de mayo de 2013.

María Lilia Genta

Teresita Abud -

En Paraná no nos olvidamos del Padre Alberto. Hemos vivido ayer, un Domingo en su memoria. Quiera Dios concedernos la gracia del reencuentro.
Lucidez y coraje.
Por Dios y por la Patria.

Mario Caponnetto -

Hoy, mi esposa y yo, estuvimos en la Misa. Fue un regalo de Dios. Allí nos dimos cita algunos viejos camaradas amigos del padre Alberto, de la época de UNES, junto con otras pocas personas más. El día era gris. Las calles aledañas al venerable templo de San Ignacio mostraban, todavía, la inmundicia del acto kirchnerista que ayer, 25 de mayo, enlodó la Ciudad. El Padre Saénz y el P Fernández Risso concelebraron. La homilía estuvo a cargo del Padre Podestá. Estupenda: una pieza de la mejor teología trinitaria y una evocación cálida del Ezcurra, aún seminarista, compañero de correrías romanas. El Padre Párroco nos recibió con afecto fraternal.
Después nos fuimos con el alma reconfortada y alguna lágrima que no pudimos contener. Afuera, la Ciudad seguía exhibiendo las miasmas de esta democracia que esclaviza a la Patria.
Un abrazo
Mario